
Si últimamente sientes que las presiones laborales te rebasan y que, por más que lo intentas, no logras recuperar el control, es probable que estés enfrentando altos niveles de estrés. El manejo del estrés es una habilidad clave para cualquier persona que busque tener éxito sin sacrificar su bienestar. El estrés es una respuesta natural ante situaciones que consideramos amenazantes o que requieren un esfuerzo extra. Esta reacción activa la liberación de cortisol, la hormona del estrés, preparando tu cuerpo para reaccionar. Sin embargo, cuando esta respuesta se mantiene por mucho tiempo, deja de ser funcional y empieza a pasarte factura en tu salud, en tu forma de trabajar y en tus relaciones personales.
¿Has notado que te cuesta concentrarte en tus tareas? ¿Que incluso las decisiones más simples parecen agobiarte? Cuando no se realiza un buen manejo del estrés, tu claridad mental disminuye, la toma de decisiones se vuelve más lenta y empiezas a perder confianza en ti mismo. Esto no solo afecta tu productividad, también impacta la forma en que te relacionas con tus colegas, tu pareja o tu familia. Sin una estrategia clara para manejarlo, el estrés te consume poco a poco, alejándote de los resultados que deseas lograr tanto en lo profesional como en lo personal.
Quizás sientas que por más horas que trabajes, no alcanzas tus objetivos. Te sientes agotado, sin motivación y te preguntas si vale la pena seguir en ese ritmo. Este es el inicio del burnout, o agotamiento profesional, la etapa más crítica del mal manejo del estrés. Si no actúas a tiempo, este desgaste emocional afectará no solo tu carrera, sino tu salud mental y física. Reconocer las señales es el primer paso para recuperar el equilibrio antes de que sea demasiado tarde.
Es común confundir ambos términos, pero tienen diferencias importantes. El estrés es una respuesta natural a factores externos como presiones laborales, plazos ajustados o problemas financieros. Desaparece cuando la situación que lo genera se resuelve. La ansiedad, en cambio, se mantiene incluso cuando no hay un motivo claro. Es una preocupación constante, una sensación de amenaza que persiste aunque no haya un problema inmediato. Si sientes que, incluso en momentos tranquilos, no puedes dejar de anticipar lo peor, es probable que no sea solo estrés, sino un cuadro de ansiedad que merece atención profesional.
No todo el estrés es malo. Existe el eustrés, un tipo de estrés positivo que te impulsa a actuar y superar tus propios límites. Es ese pequeño impulso que te lleva a preparar mejor una presentación, a cerrar una venta importante o a lanzarte por fin a ese proyecto que has estado postergando. El problema surge cuando este impulso se convierte en una carga constante. La clave está en aprender a usar el estrés a tu favor, en vez de permitir que te paralice o agote.
Más allá de las técnicas que puedes aplicar por tu cuenta, contar con un acompañamiento profesional marca la diferencia. La Terapia Cognitivo-Conductual y la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT) son altamente efectivas para ayudarte a manejar de forma adecuada tus emociones y pensamientos. Además, la Terapia de Relajación Progresiva permite reducir la tensión física que acompaña al estrés crónico. A través de estas intervenciones, no solo aprenderás a manejar el estrés, sino a fortalecer tu capacidad de disfrutar nuevamente de tu vida personal y profesional.
El manejo del estrés no se trata de eliminar todas las tensiones de tu vida. Se trata de aprender a vivir con ellas de forma inteligente, sin que te dominen. Si sientes que has llegado a ese punto donde el estrés controla tus decisiones, tus relaciones y hasta tus emociones, es momento de actuar. No tienes que seguir cargando con todo tú solo. Como psicólogo, puedo ayudarte a recuperar tu equilibrio, a identificar las causas de tu estrés y a diseñar estrategias personalizadas para que vuelvas a disfrutar de tu vida y tu trabajo. ¿Listo para empezar a sentirte bien de nuevo?